Han
transcurrido más de dos décadas desde que obtuve mi título de abogado y aún recuerdo que luego de superar los
exámenes requeridos por mi universidad y cumplir con los demás requisitos
académicos me sentía académicamente
listo para el ejercicio profesional. De hecho, eso era para lo que me había
preparado durante cinco años en las aulas universitarias. Pocos días después de
la ceremonia de graduación tenía ya una oficina y un escritorio, una flamante
computadora se encontraba junto a mí y no faltaba la biblioteca del Estudio Jurídico que también se encontraba a
mi disposición. Realmente era muy optimista y nada me asustaba.
Los
asuntos que me fueron encargados en un inicio no eran muy distintos de aquellos
que como pasante había realizado, quizás la única diferencia radicaba en el
hecho de que podía suscribir escritos cuando así se requería. Sin embargo, todo
cambiaría unas semanas más tarde.
En
efecto, una mañana al llegar a la
oficina la recepcionista me indicó que allí se encontraban dos personas,
clientes, que necesitaban de los
servicios urgentes de un abogado. Ninguno de los socios podían atenderles y por
lo tanto debía hacerlo yo. Con cierto temor les hice pasar a mi oficina y en
cuanto tomaron asiento descubrí algo muy grave, no sabía que hacer con los
clientes. Nadie me había preparado para esto, esto no era parte de la formación
académica. Era la primera vez que debía
atender un cliente. Hoy no recuerdo
sobre qué recayó la consulta, pero ciertamente me fue muy mal en esta primera experiencia.
En
general en la formación profesional, no
se discutía sobre las técnicas en la entrevista con clientes. Hoy esto creo que
ha cambiado. En todo caso, es
fundamental conocer como conducir tales entrevistas, como iniciarlas, la forma
de identificar la información jurídica relevante y la manera de concluirlas.
Así
para iniciar la entrevista el abogado debe en primer lugar presentarse ante el
cliente, luego deberá explicarle que aquello sobre lo que discutirán está
sujeto a confidencialidad en virtud de la Ley y la ética profesional,
finalmente su deber sería indicar al
cliente sobre el tiempo que podrá
destinar a esta reunión y finalmente le dirá el costo que tendrá esta primera
reunión.
Una
vez que el abogado ha cumplido con esta etapa inicial de la reunión, deberá
pedirle al cliente que le exponga su caso, durante la exposición el abogado
debería aplicar técnicas de “escucha activa”, la cual le permitirá identificar
los aspectos jurídicamente relevantes para el caso así como el demostrar la
existencia de un auténtico interés en lo que dice el cliente.
Finalmente
concluirá la reunión con una respuesta preliminar por parte del abogado sobre
aquello que le ha sido consultado la misma que debería además incluir el
ofrecimiento de dar al cliente una respuesta completa y por escrito en los
siguientes días.
Si
el abogado sigue estos pasos durante su primera entrevista, claro con un
entrenamiento previo, superará con
éxito tal evento. No sólo en el caso de su primer cliente sino a lo largo de
toda la carrera profesional.
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