Con
cierta frecuencia escucho a jóvenes abogados
hacer alarde de su trabajo y de la perfección del mismo. Así, hace no mucho un inexperto profesional afirmaba con arrogancia que
cierto documento de carácter contractual era a prueba de cualquier juicio. En
otra ocasión un novato litigante durante semanas anunció que destruiría en una
audiencia de estrados a un experimentado profesional. En mi experiencia este tipo de afirmaciones
constituyen por lo general alarmas que anuncian lo opuesto a lo afirmado por
estos poco experimentados profesionales.
Así,
en el caso de aquel profesional que con arrogancia se refería a su trabajo,
olvidó que en los contratos de colaboración empresarial, como el preparado por
él, existen elementos que son esenciales como la conmutatividad para garantizar
el equilibrio contractual, la imposibilidad en Derecho de pactar la terminación
unilateral del contrato, la renuncia a la acción de nulidad y otros detalles de
carácter fundamental. Evidentemente, este convenio, suscrito con varias decenas
de personas, ha conducido a que las partes deban enfrentar acciones judiciales
para resolver las diferencias. No es difícil que en el futuro inclusive se
declare la nulidad de los instrumentos y hasta se pueda resolver que en la
suscripción y ejecución de los acuerdos existió dolo atribuible al cliente del
novato.
Evidentemente
los contratos no se elaboran y preparan con el fin de que puedan resistir un
proceso judicial, pues ello implica que desde un inicio se reconocería la
existencia de un conflicto que tiene como fuente el contrato. Por el
contrario, los contratos se los debe
redactar con la visión de que no generarán conflictos y que por el contrario
constituirán un garantía para una amigable relación entre las partes.
En
el otro caso, el del novato litigante la situación tampoco fue muy distinta. Al
momento de exponer su caso lo hizo con la prepotencia propia quien es
únicamente capaz de ver el conflicto desde una sola óptica. Olvidó que su
contraparte había aportado abundante prueba y fue incapaz de ver que la misma,
en detalle aportaba con suficiencia para demostrar la teoría del caso conducido
por el experimentado abogado.
Evidentemente, el resultado final fue a favor de éste último quien había
expuesto ante los jueces su caso con la
modestia y seguridad propia de quien se fija en los detalles.
Los
procesos judiciales se planifican desde un inicio en función de la prueba
existente considerando la relevancia de la misma a la teoría del caso. La
paciencia y el minuciosidad son cualidades que deben tener los abogados a
quienes se les encarga la representación en conflictos.
En
la actualidad, y cada vez con más
frecuencia, se ha perdido la capacidad de detenernos para fijarnos en los
detalles. Existe una incapacidad para analizar las consecuencias de cada
elemento que aportamos en el trabajo profesional. Hoy se busca
trabajar sobre modelos y plantillas, la originalidad del trabajo legal no
siempre es bien vista. Evidentemente
estamos olvidando que el diablo está en los detalles.
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