Hace
unos días explicaba que los problemas y conflictos que nos son presentados a
los abogados por nuestros clientes, son problemas de ellos y no nuestros como abogados. El mantener esta visión le
permite al abogado brindar el mejor servicio para el cliente y procurar el
mejor camino de solución. Además esto conduce a que la estrategia diseñada por el profesional no esté atada a
los afectos y emociones que son propios del cliente. Lo dicho no excluye que el
abogado tenga sus propias emociones y afectos, pero los mismos deben ser
distintos a aquellos propios del cliente y no debe interferir de manera
negativa con la conducción del caso.
En la práctica resulta en muchas ocasiones
difícil para nosotros los profesionales
del Derecho el lograr diferenciar entre el cliente, los intereses del mismo así
como la necesidades de éste y el rol del abogado en la búsqueda de la
satisfacción de estos atendiendo el mejor interés del cliente. En efecto, no
son pocas las circunstancias en las que la contraparte en el conflicto o
inclusive en el proceso de negociación
toman al abogado como la causa de los problemas y dirigen todos sus
ataques al profesional. Esta actitud errada se presenta en jóvenes abogados o
en profesionales con poca experiencia en el manejo del conflicto.
Evidentemente, este es un grave error que puede perjudicar de manera grave al
mejor interés de los clientes.
Cada
abogado en la representación del cliente, en la solución del conflicto, tiene el deber de presentar las diferentes
opciones que su representado dispone para lograr satisfacer sus necesidades. De
hecho, al presentar tales opciones siempre debe atender el mejor interés de su
cliente, lo cual incluye la explicación sobre los potenciales riesgos y
amenazas que existen frente a cada una de las opciones. Una vez cumplido este deber profesional, es
el cliente quien define su elección y el abogado deberá actuar según tales
instrucciones. Por ello, podemos encontrarnos con posiciones extremadamente
“agresivas” o “pasivas” del mismo abogado en la representación de diferentes
clientes. Esta actitud del profesional no se debe a que éste adolezca de un trastorno
mental, su conducta simplemente responde a lo acordado con su cliente.
En consecuencia,
la próxima ocasión que oigamos y veamos a un profesional acusar a su colega de
ser la causa del conflicto, deberíamos en primer lugar preguntarnos sobre el
profesionalismo de quien crítica y en segundo lugar pensar en que con
seguridad, como clientes, no estamos contando con la mejor representación. “Este
abogado” no es la causa del conflicto.