Durante los últimos días de la campaña electoral, en el Ecuador, se
han conocido hechos relacionados con la corrupción y con supuestos
enriquecimientos de aquellos relacionados con el poder. De igual manera no han faltado quienes protestan por lo sucedido en los últimos “diez años”.
En mi opinión resulta fundamental reflexionar sobre lo
sucedido en los últimos diez años y entender lo sucedido. Así por ejemplo nadie
podrá negar que durante muchos años existió un importante crecimiento
económico, muchos empresarios y emprendedores obtuvieron grandes beneficios. Otros tantos ciudadanos pudieron cumplir su
sueño de contar con su casa propia.
Durante este tiempo, tener contratos con el Estado
estuvo de moda y muchos aprovecharon de esta posibilidad. Bajo tales circunstancias, y seguramente era lo más cómodo, siempre miraron para otro lado cuando se
cometían abusos y arbitrariedades.
El gobernante ofreció meter las manos a la justicia,
fuimos pocos los que nos opusimos a ello. Entiendo que a la gran mayoría no le importó, pues no
tenían juicios y la justicia no les resultaba importante. Se entregaron los
recursos petroleros a futuro, el silencio fue cómplice, pues al fin y al cabo
ello significó el mantener la condición alcanzada.
La educación pública también se vio perjudicada, pero
al igual que otros casos, no se dijo nada, pues ya se contaba con los recursos
para educar a los hijos en escuelas privadas.
Los pocos que protestaban era encarcelados y ello se justificaba bajo la
protección del buen vivir. El silencio generalizado había sido comprado por el
régimen.
Los ecuatorianos somos cómodos, no protestamos ni demandamos ante los abusos
del poder cuando ello implica de alguna manera poner en riesgo nuestra
posición. Tememos ejercer nuestros
derechos y aún más enfrentar a la autoridad cuando estos son conculcados.
Ciertamente exponer públicamente las arbitrariedades es un lujo que pocos se
dan.
Cualquier cambio no proviene de la elección de un nuevo
gobernante o a través de las leyes que se ofrecen dictar desde la Asamblea. Si
deseamos el cambio ello únicamente lo logramos siendo ciudadanos y ejerciendo
permanentemente nuestros derechos sin temor y con valentía. Ello implica exponer al corrupto, decir no a
ilegalidad y enfrentar a una sociedad que se ha acostumbrado a la complicidad. ¿Podremos
hacerlo?