Siempre
he defendido a la libertad de expresión, no considero admisibles las
restricciones a la misma y creo que toda persona debe poder decir lo que piensa o cree sin que en caso
alguno se le pueda impedir. La expresión
de las ideas se lo puede hacer a través de cualquier medio o forma. Las
palabras, dibujos o formas de expresión
que incluyen hasta la forma de vestir o
presentarse ante otros no puede ser limitada ni por la legislación, ni por
quien ejerce el poder ni por la propia sociedad. La censura, como mecanismo
previo, es simplemente inadmisible.
Creo
que la lucha por la defensa de los derechos humanos debe ser permanente, que
ningún derecho puede ser violado bajo ninguna razón y que no existen
justificación alguna para ello. Entre tales derechos, se encuentran los del
debido proceso, los mismos que deben ser respetados en todo proceso, sea
judicial o inclusive arbitral. Estoy convencido que toda persona tiene derecho
a ser defendido por un abogado de su libre elección y a no ser discriminada
bajo ninguna circunstancia. Por ello, he luchado y defendido tales derechos de
manera constante.
Estoy
convencido que debe existir ante todo una libre circulación de personas en el
mundo, la existencia de visas y otras fórmulas que impiden en la actualidad tal
libre circulación, afecta a los derechos relacionados con la igualdad. Creo que
antes de promover la circulación en libertad de bienes, se debe garantizar tal libertad a los seres
humanos.
Con
seguridad muchas personas coinciden conmigo
en algo de lo antes señalado y otras no, todas están en cualquier caso
ejerciendo sus derecho a la libertad de expresión.
Sin
embargo, no resulta comprensible que mientras en ciertas circunstancias, por
ejemplo cuando el poder impide una publicación u ordena la rectificación del
humor, ciertos personajes defiendan la
libertad de expresión y señalen estos hechos como contrarios a este derecho
fundamental y que sean estos mismos personajes quienes cuando se desarrolla una
campaña que promueve la no violencia contra la mujer pidan abiertamente a las autoridades que intervengan y restrinjan el derecho que antes
defendieron, pues les parece que el uso de determinadas palabras o símbolos
resultan ofensivos, resulta incomprensible (hoy no menciono ni la palabra ni el
símbolo con el único fin de no desviar la atención del tema que hoy presento).
Ciertamente es contradictorio pretender que el poder actúe de manera distinta
frente a situaciones semejantes.
Evidentemente,
esta conducta muestra el claro doble estándar con el que se maneja la sociedad
en el Ecuador. Con frecuencia se
justifican los hechos arbitrarios de abuso del poder por haber sido ejecutados
por un gobierno de determinada tendencia. Así por ejemplo hay quienes
justifican las atrocidades de un gobernante pues con ello, se dice, se liberó
al país de la guerrilla, pero al mismo tiempo atacan la ausencia de respeto a
otros derechos de gobiernos con cuyo pensamiento político no se comparte. De igual manera, no son pocos los que atacan
a jueces y magistrados acusándolos de carecer de independencia e imparcialidad
frente al poder, pero que al mismo tiempo buscan en las causas en que tienen
interés torcer la voluntad de los juzgadores a través del uso influencias de
todo tipo, inclusive económicas. El irrespeto de los derechos, con
independencia de la tendencia política de quien los comete, siempre son
ilícitos. Torcer el camino de la justicia siempre es reprochable.
De
igual manera, no son pocas las personas
en el Ecuador que se quejan de la
existencia de visas y los requisitos que se imponen para viajar a ciertos
países del extranjero y recuerdan con añoranza la época en que nada de esto se
exigía. Sin embargo, tampoco son pocas quienes pese a oponerse a la existencia
de visas extranjeras, reclaman airadamente que a nuestro país se permita el
libre ingreso, en general, de extranjeros.
Adoptar
una posición definida y clara no siempre es fácil, pero sin duda resulta aún
más difícil mantenerla y defenderla. Por otra parte, ser complaciente con las
conveniencias del momento parece ser lo más adecuado para sobrevivir y ser “exitoso”
al menos en la apariencia. Mantener un
doble estándar, sin embargo, deja mucho por decir de la persona y más aún
cuando se trata de la defensa del Derecho y la justicia.