La
Constitución garantiza la solución alternativa de conflictos y entre ellos la
mediación y el arbitraje. Estos
mecanismos han sido aplicados en el país
desde hace más de dos décadas, inclusive antes de que se dicte la ley sobre la
materia.
En el pasado me he referido a los
problemas existentes sobre el arbitraje. Hoy me referiré a la mediación, la
misma que se encuentra en grave riesgo debido a prácticas que la
desnaturalizan. El origen de las mismas es atribuible en parte a las
deficiencias de ciertos mediadores y por otra a profesionales, que con el apoyo
de ciertos centros, se han alejado de prácticas éticas.
Hace algunos meses acudí a una mediación
en un centro de la Función Judicial, aún
cuando existía la voluntad de las partes de alcanzar un acuerdo y con ello dar
por terminado un conflicto, la persona
que mediaba lo impidió pues en sus palabras únicamente ella podía tomar las
decisiones dentro del proceso.
En otro caso, un abogado resolvió excluir
únicamente a un abogado de una las partes de las conversaciones de la mediación
y obligó a ésta a reunirse con el
abogado de la contraparte, permitiendo además que tal abogado intimide al
indefenso.
De igual manera, aún cuando la Ley
reconoce que la mediación se puede realizar a través de mediadores
independientes, en la realidad resulta imposible la actuación de los mismos,
pues siempre se impone la intervención de alguno de los centros.
Recientemente he llegado a conocer que
hoy se simulan mediciones a través de la suscripción de contratos ordinarios bajo la forma de actas de mediación. Tal
práctica permite a que la parte dominante en tales contratos pueda evadir la
discusión judicial o arbitral de cualquier diferencia que se presente. En otras palabras se impone la injusticia
privando de la solución del conflicto a una de las partes.
Así mismo, ciertos centros de mediación han impuesto a
los mediadores un exagerado número de
mediaciones diarias limitando el tiempo
de cada mediación. En esas condiciones, la solución de los
conflictos complicados o con un alto escalamiento resulta en la práctica
imposible.
Estas conductas, que ciertamente podrían ser hechos aislados, deben generar
preocupación, pues si se tornan en prácticas habituales terminarán
destruyendo este medio de alternativo de solución de conflictos.