Hoy
hace dos décadas se produjo el levantamiento del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Chiapas, México y con ello se atrajo la atención
internacional sobre la situación de los pueblos indígenas en tal Estado. Ese mismo día el 1 de enero de 1994 inicié mi
lucha por la defensa de los derechos humanos,
en todo caso ese día aún no sabía que ese sería mi destino
y compromiso de vida.
Unas
semanas antes había recibido la carta de aceptación a la maestría en Estudios
Legales Internacionales en American University, Washington, las clases se me indicaba iniciaban en 10 de
enero. Por más de una razón me vi obligado a viajar el primer día del año.
El día mismo de mi llegada, por coincidencia, conocí a un joven abogado
graduado en Harvard y defensor público, nunca imaginé que conjuntamente con él,
Steven Donziger, años más tarde,
trabajaría en defensa de más de 30 mil personas víctimas de la contaminación
ambiental causada por una gigante empresa petrolera.
Pocos
días después de mi llegada y aún esperando el inicio de clases, mi amigo Will Harrell, a quien había conocido
en Quito, me invitó a trabajar como
voluntario en una ONG dedicada a la defensa de los Derechos Humanos en
Guatemala, la misma que era en ese entonces dirigida por el guatemalteco Frank
La Rue. Desde un inicio disfruté del trabajo y las profundas discusiones que
sobre Derechos Humanos, política y la necesidad de alcanzar para Guatemala una paz construida sobre la
igualdad y respeto a los derechos de todas las personas y de los pueblos
indígenas que durante décadas habían sido
brutalmente perseguidos en el país centroamericano. Will y Frank ciertamente marcaron mi compromiso con
la defensa de los perseguidos y
oprimidos.
Fui afortunado al encontrar a estos amigos, que no dudaron en compartir sus experiencias y
conocimientos con generosidad. Sin embargo,
en este medio también estuvo mi gran amigo Xavier Mena con quien pudimos
explorar y entender el funcionamiento, en la realidad, de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. El, en ese momento, era becario ante este organismo internacional. Su presencia en la CIDH fue determinante para
que aquella se fijare en la situación de los derechos humanos en Ecuador y para
que realice la primera y única visita “in loco” al Ecuador en noviembre de
1994.
Una
vez iniciadas las clases, conocí a dos grandes maestros, Nell Newton de quien
aprendí sobre el entonces emergente Derecho Internacional de los Pueblos
Indígenas pero sobre todo despertó en mí la curiosidad sobre esta apasionante
área del Derecho Internacional. El segundo fue Rick Wilson con quien tuve el
grato honor de trabajar en la Clínica de
Derechos Humanos del Washington College of Law, gracias a él no sólo aprendí
sobre la litigación de impacto sino
también sobre el método de educación clínica para la enseñanza del Derecho.
Con
el inicio de las clases llegaron los compañeros y amigos de la lucha, Claudia, Diego, Martín, Francoise, Antonio,
Robert entre otros tantos con quienes iniciamos importantes proyectos que aún
subsisten hasta el día de hoy. Son ellos, con quienes aprendí a defender los
derechos humanos con pasión y compromiso.
Cada conversación y discusión sirvió para el establecimiento de
cimientos que hoy me permiten seguir en la defensa de los derechos humanos.
De
todo esto han transcurrido ya dos décadas, las amistades siguen ahí el trabajo
por los derechos humanos no ha cesado, pero seguramente nada de esto no habría
sido posible sin contar con estos grandes amigos. He sido afortunado en este
viaje que lo inicié el 1 de enero de 1994.