Un
colega me comentó que en mi último artículo mostraba intolerancia hacia la
inexperiencia, yo le contesté que por el contrario tengo un profundo respeto
por la inexperiencia, pues a la larga todos en más de una medida carecemos de
experiencia. Sin embargo, creo que la arrogancia ciertamente no contribuye a un
buen trabajo profesional. Mientras nos
vemos a nosotros mismos como inexpertos no perdemos interés por crecer y
aprender. El arrogante, cree saber todo y desprecia al nuevo conocimiento.
La
realidad que debemos enfrentar los profesionales del Derecho se encuentra en
constante cambio, no sólo por la promulgación de nuevas normas, sino que además
las necesidades sociales de orden siempre están en evolución. Los jueces y autoridades
administrativas de manera permanente atienden y resuelven situaciones
concretas, tanto en las relaciones entre particulares como en aquellas entre
éstas y el Estado. Los hechos que le son sometidos a decisión son en general
diversos y por ello los resultados variados.
La
variedad en los resultados no siempre es entendida por todos los abogados. Inclusive en alguna ocasión escuché a un
colega afirmar con seguridad que el Derecho era una ciencia exacta, como las
matemáticas. En mi opinión esto no es
acertado, pues en la práctica cada caso es distinto y pese a existir
similitudes, con frecuencia las diferencias en los hechos o la prueba de los
mismos son determinantes al momento de resolverse.
Además
de lo indicado, el resultado en un caso
concreto está con frecuencia atado a la visión que pueda tener el profesional a
quien se le encargue el asunto. No todos los profesionales enfrentan los
problemas de la misma manera, pero sin duda alguna lo determinante en el
enfoque con frecuencia está en la identificación de las debilidades y las
amenazas que existen en cada caso individualmente considerado. En mi experiencia, esta capacidad se
desarrolla a lo largo de años de ejercicio profesional. La calma, paciencia y
cierto grado de frialdad son las cualidades que confieren los años.
En
virtud de lo expresado, en nuestra práctica profesional dentro de Quevedo &
Ponce, a nuestros asociados y pasantes les decimos que cada caso se asienta como un banco
con tres patas. La primera constituida
por el Derecho, la segunda son los casos
análogos y la tercera “las canas”, es decir la experiencia de los socios o de
cualquier otro profesional con similares conocimientos. Resulta interesante, señalar que inclusive
nuestros socios con amplia experiencia también aplican la misma fórmula. Evidentemente
este ejercicio requiere no sólo de disciplina y rigurosidad en el método, sino
también la modestia para aprender todos los días.
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